Mi
intención era saltarme a la torera la jornada de reflexión y publicar
esta entrada el sábado 19 de noviembre del presente 2011,
lamentablemente, un fuerte catarro infantil y una mudanza en ciernes me
lo impidieron. Pensaba redactar un post incendiario, sin mayores
pretensiones que exorcizar mi rabia ante la situación que nos atenaza.
Cosas que pasan, todo se quedó en el tintero y en menos de 24 horas, lo
que le cuesta a la gente depositar su voto en las urnas, sentí que toda
la fuerza de este post se había evaporado. Un abrumador número de
ciudadanos, una mayoría inapelable, ha dado su confianza a un partido
político concreto que prometió en su día tener la receta para salir de
la crisis (receta que a día de hoy siguen guardando en secreto, como la
fórmula de la Coca-Cola)
y que tras obtener la victoria electoral, asustado ante semejante
éxito, no tardó en advertir a sus votantes que no esperasen milagros.
Pienso que este país, y por extensión el mundo en el que vivimos, está
dejando pasar una oportunidad irrepetible para cambiar las reglas del
juego democrático. No soy de los que hacen una lectura funesta y
pesimista de la crisis, sino más bien de los que creen firmemente que
cuando un sistema hace aguas se abre un horizonte de esperanza para
enmendar los errores que provocaron su hundimiento. Todo ello pasa por
una serie de exigencias que no están ligadas a ningún credo político,
sino a un sistema de conducta que apuesta por unos derechos elementales
que apelan a la ética y la moral más básica. No hablo de utopías ni de
regímemes radicales, ni siquiera de revoluciones, simplemente bastaría
con sanear nuestra maltrecha democracia, un sistema que ha quedado
irreconocible y que se mueve a merced de los mercados financieros,
ignorando al ciudadano, base de todo este tinglado, y que ha quedado
relegado al papel de mero elector sin opción a réplica. Por supuesto,
tampoco estaría de más que quienes han contribuído a la gestación y
posterior expansión de esta crisis asumiesen responsabilidades,
quedando expuestos, si fuere menester, a la acción de la justicia. Todo
esto y mucho más, amigos, pienso que podría haberse cambiado, o al menos
haberlo intentado, pero la mayor parte de quienes acudieron a votar el
20 de noviembre no lo quisieron así. No debemos sorprendernos ya que las
encuestas electorales vaticinaban este resultado, tampoco seré yo
quien, convencido de poseer la verdad absoluta, acuse a nadie de haberse
equivocado. Pero no puedo evitar que me invada cierta decepción, un
sentimiento de hastío y de frustración que me aleja cada vez más del
sistema político que se nos impone y que todos asumimos como dogma de
fe. Hay vida más allá del capitalismo voraz que nos ha conducido a este
callejón sin salida, vida más allá de una democracia desnortada que ha
perdido cualquier rastro de su esencia. Necesitamos emprender un nuevo
camino, no regresar a sendas trilladas que sólo tienen en consideración
los números y la productividad, una forma de gobierno que ha expirado y
que ahora se pretende recuperar a base de recortes que afectan a
nuestros derechos más elementales como individuos. Si eso es lo que
quería la mayoría, no me queda más que darles mi enhorabuena, así es la
ley de las urnas, pero sigo pensando que hemos dejado pasar una
oportunidad de oro para implicarnos en algo que nos afecta a todos, la
vida política de nuestro país, haciendo del mismo un lugar más justo y
habitable. Si todo esto, amigos votantes, os parece una utopía es que
alguien se ha encargado de amputaros aquello que nos distingue de los
animales: la capacidad de soñar; un recorte que espero que no nos
imponga ningún Ejecutivo, sea del color que sea.
Precisamente,
si hay alguien que nunca ha dejado de soñar, incluso en los momentos
más complicados, ése es nuestro invitado de hoy, Charles Bradley. ¿Qué
tiene que ver la introducción de esta entrada con este cantante de soul?
Pues básicamente nada, aunque mucho en su esencia, sobre todo teniendo
en cuenta la conciencia social de la que hace gala mister Bradley. "This
world is going up in flames and nobody wants to take the blame. Don't
tell me how to live my life when you never felt the pain" Esta es la
frase que abre el disco de debut de Charles Bradley, un disco grabado a
la edad de 62 años, una frase que debería convertirse en santo y seña
de una sociedad que vive hastiada de su clase política. Charles Bradley
nace en Gainesville, Florida, aunque crece en Brooklyn, donde pasará la
mayor parte de su niñez en la calle. En una infancia llena de sombras,
uno de los pocos instantes luminosos para Charles tuvo lugar el día en
que asistió con su hermana a un concierto de James Brown en el Apollo;
corría 1962 y aquello iba a cambiar para siempre su vida. Emular a su
ídolo se convertiría en casi una obsesión para el joven Charles, que
vería en la música la única esperanza para abandonar la calle.
Finalmente, nuestro soulman abandonaría Brooklyn integrado en un
programa del gobierno que servía de ayuda a las familias más
desfavorecidas y que le llevaría a Maine, donde se le asignó un trabajo.
Allí formaría su primera banda y tendría su primer contacto con el
escenario, lamentablemente la guerra de Vietnam cercenó las ambiciones
de Charles, que se vería obligado a regresar a Nueva York. A pesar de
las adversidades, nuestro testarudo amigo no renunciará a sus sueños, y
tras pasar una temporada como cocinero en una institución mental decide
liarse la manta a la cabeza y recorre medio país haciendo autoestop en
busca de su meta. Tras recalar en Alaska, Charles Bradley acaba
instalándose en California, donde pasará 20 años; a pesar de no contar
con una banda regular, empieza a introducirse en la escena local, lo que
mantiene vivo su sueño. En el plano laboral las cosas no le van mal,
pero cuando está a punto de comprar su primera vivienda, Charles Bradley
es despedido del trabajo en el que había pasado los últimos 17 años de
su vida. Tras un tiempo de reflexión decide regresar a Brooklyn, a casa
de su familia, pero en los momentos más duros Charles se crece y no ceja
en su empeño por dedicarse a la música. Finalmente encuentra su
oportunidad como imitador de James Brown
en un club neoyorquino, donde actuará bajo el seudónimo de Black
Velvet; por aquel entonces cuenta con 51 años. Todo parece marchar bien,
pero el destino es caprichoso e iba a poner a prueba al bueno de
Charles.
Una
mañana el ruido de las sirenas le despierta en casa de su madre, es la
policía que viene a comunicarles el asesinato de su hermano, aquel golpe
le dejará fuera de juego durante una temporada, su hermano fue una de
las personas que más le habían animado en la búsqueda de su sueño.
Cuando todo había perdido su sentido, el azar le iba a brindar una nueva
oportunidad a Charles. Gabriel Roth, del sello Daptone,
asiste a una actuación de Black Velvet, en la que reconoce su talento y
le ofrece grabar un single. Así nacerá la primera grabación oficial de
Charles Bradley, el single "Take it as it Comes". Roth le pondrá en
contacto con Thomas Brenneck, un guitarrista con cuya banda colaborará
en la grabacion de dos singles, esta amistad será fundamental en el
devenir artístico de Bradley, ya que tras conocer la azarosa vida de
Charles, y en concreto el episodio del asesinato de su hermano, Brenneck
decide que hay que grabar un disco que recoja la historia de este
soulman de pata negra. Así es como toma forma la Menahan Street Band,
que acompañará a Bradley en su disco de debut, "No Time for Dreaming".
Brenneck lanza el sello Dunham Records, subsidiario de Daptone,
que dará cobijo al disco, habían tenido que transcurrir casi 50 años
para que Charles Bradley, conocido también con el sobrenombre de "The
Screaming Eagle of Soul", viese cumplido su sueño, medio siglo que le
dio la razón: aquella vida merecía ser vivida.
En
"No Time for Dreaming" os encontraréis con un artista honesto, un tipo
cuya voz y cuya mirada transmiten autenticidad, un cantante de soul a la
antigua, a la vieja usanza, aunque increíblemente cercano a la juventud
para sus 62 años. Algunas de las formas artísticas de Charles Bradley
deben mucho a su gran ídolo, James Brown, aunque también encontramos trazos de otros clásicos como Wilson Pickett, e incluso de cantantes negros más sofisticados, como es el caso de Marvin Gaye o Curtis Mayfield,
a pesar de ello, Charles es un cantante con un gran carisma y con un
dominio escénico apabullante. El trabajo vocal e instrumental de "No
Time for Dreaming" es magistral, y gran parte de la culpa la tiene
Brenneck, que ha puesto toda su alma en la grabación y producción de
este disco. Resulta casi imposible no sobrecogerse al escuchar al viejo
Charles interpretar temas como "Lovin' You Baby", "Why Is It So Hard?" o
la impagable "Heartaches and Pain", su voz desgarrada y cruda se te
mete hasta el tuétano, removiéndote las entrañas para extraerte aquellos
sentimientos que tanto nos cuesta manifestar. Charles no olvida de
donde viene, y hace gala de una envidiable conciencia social,
incorruptible, algo poco habitual en los tiempos que corren, una
conciencia crítica que le lleva a manifestar su descontento con su
propio país, en el que resulta complicado salir adelante ("Why Is It So
Hard?"), o a trazar una visión escéptica acerca del mundo en el que
vivimos y de quienes manejan sus hilos ("The World (Is Going Up In
Flames)" ). Al mismo tiempo, Charles canta al amor, dejándose la piel
como uno de los mejores intérpretes románticos del género, ese amor y
ese romanticismo desgarrado y un tanto teatrero que tantos buenos
momentos ha deparado al soul y al R&B; buena muestra de ello son
temas de este LP como "I Believe in your Love", "Lovin' You Baby", uno
de los mejores momentos del disco, "How Long" o "In You (I Found a
Love)" . También hay un huequecito para los instrumentales,
concretamente dos, la exigua "Trouble in the Land" que nos remite al
"Tighten Up" de Archie Bell and the Drells,
y que nos deja suplicando más, y la excelsa "Since Our Last Goodbye",
con una percusión de aires latinos y un teclado elegante y
aterciopelado. Como guinda del pastel, un tema que por sí solo ya merece
la compra del disco: "Heartaches and Pain", dedicado a la memoria de su
hermano asesinado y en el que la interpretación de Charles Bradley raya
al nivel de algunas de las luminarias del género. En resumen, una
verdadera obra maestra, junto a Sharon Jones y Lee Fields (otros dos "jovencitos") de lo mejorcito del actual revival soul; un disco y un artista que han llegado para quedarse.
Ponemos
el punto y final a esta entrada con unos suculentos enlaces, todos
ellos muy recomendables. Junto a los indispensables links a la web
oficial y al myspace
del artista, encontraréis dos entrevistas, una de ellas la entenderéis
sin esfuerzo, mientras que para la otra tendréis que desempolvar vuestro
viejo diccionario de inglés. Además podéis disfrutar del bueno de
Charles en directo, en audio, gracias al programa de RNE Hoy empieza todo, y también en imágenes, que reproducen su actuación para la emisora KEXP dentro del festival South by Southwest,
en un concierto que tuvo como escenario una tienda de bicicletas de
Austin. Por último, los videos, concretamente tres: los clips oficiales
de "The World (Is Going Up in Flames)" y de "Heartaches and Pain", y un
video grabado para Faceculture
en el que nuestro soulman favorito hace una sobrecogedora
interpretación del tema "Lovin' You Baby" acompañado de Thomas Brenneck a
la guitarra; impagable. Espero que os guste.
CHARLES BRADLEY EN HOY EMPIEZA TODO
CHARLES BRADLEY EN EL FESTIVAL SOUTH BY SOUTHWEST 2011