viernes, 9 de diciembre de 2011

Charles Bradley- No Time for Dreaming (2011)


 Mi intención era saltarme a la torera la jornada de reflexión y publicar esta entrada el sábado 19 de noviembre del presente 2011, lamentablemente, un fuerte catarro infantil y una mudanza en ciernes me lo impidieron. Pensaba redactar un post incendiario, sin mayores pretensiones que exorcizar mi rabia ante la situación que nos atenaza. Cosas que pasan, todo se quedó en el tintero y en menos de 24 horas, lo que le cuesta a la gente depositar su voto en las urnas, sentí que toda la fuerza de este post se había evaporado. Un abrumador número de ciudadanos, una mayoría inapelable, ha dado su confianza a un partido político concreto que prometió en su día tener la receta para salir de la crisis (receta que a día de hoy siguen guardando en secreto, como la fórmula de la Coca-Cola) y que tras obtener la victoria electoral, asustado ante semejante éxito, no tardó en advertir a sus votantes que no esperasen milagros. Pienso que este país, y por extensión el mundo en el que vivimos, está dejando pasar una oportunidad irrepetible para cambiar las reglas del juego democrático. No soy de los que hacen una lectura funesta y pesimista de la crisis, sino más bien de los que creen firmemente que cuando un sistema hace aguas se abre un horizonte de esperanza para enmendar los errores que provocaron su hundimiento. Todo ello pasa por una serie de exigencias que no están ligadas a ningún credo político, sino a un sistema de conducta que apuesta por unos derechos elementales que apelan a la ética y la moral más básica. No hablo de utopías ni de regímemes radicales, ni siquiera de revoluciones, simplemente bastaría con sanear nuestra maltrecha democracia, un sistema que ha quedado irreconocible y que se mueve a merced de los mercados financieros, ignorando al ciudadano, base de todo este tinglado, y que ha quedado relegado al papel de mero elector sin opción a réplica. Por supuesto, tampoco estaría de más que quienes han contribuído a la gestación y posterior expansión de esta crisis asumiesen responsabilidades,  quedando expuestos, si fuere menester, a la acción de la justicia. Todo esto y mucho más, amigos, pienso que podría haberse cambiado, o al menos haberlo intentado, pero la mayor parte de quienes acudieron a votar el 20 de noviembre no lo quisieron así. No debemos sorprendernos ya que las encuestas electorales vaticinaban este resultado, tampoco seré yo quien, convencido de poseer la verdad absoluta, acuse a nadie de haberse equivocado. Pero no puedo evitar que me invada cierta decepción, un sentimiento de hastío y de frustración que me aleja cada vez más del sistema político que se nos impone y que todos asumimos como dogma de fe. Hay vida más allá del capitalismo voraz que nos ha conducido a este callejón sin salida, vida más allá de una democracia desnortada que ha perdido cualquier rastro de su esencia. Necesitamos emprender un nuevo camino, no regresar a sendas trilladas que sólo tienen en consideración los números y la productividad, una forma de gobierno que ha expirado y que ahora se pretende recuperar a base de recortes que afectan a nuestros derechos más elementales como individuos. Si eso es lo que quería la mayoría, no me queda más que darles mi enhorabuena, así es la ley de las urnas, pero sigo pensando que hemos dejado pasar una oportunidad de oro para implicarnos en algo que nos afecta a todos, la vida política de nuestro país, haciendo del mismo un lugar más justo y habitable. Si todo esto, amigos votantes, os parece una utopía es que alguien se ha encargado de amputaros aquello que nos distingue de los animales: la capacidad de soñar; un recorte que espero que no nos imponga ningún Ejecutivo, sea del color que sea. 

Precisamente, si hay alguien que nunca ha dejado de soñar, incluso en los momentos más complicados, ése es nuestro invitado de hoy, Charles Bradley. ¿Qué tiene que ver la introducción de esta entrada con este cantante de soul? Pues básicamente nada, aunque mucho en su esencia, sobre todo teniendo en cuenta la conciencia social de la que hace gala mister Bradley. "This world is going up in flames and nobody wants to take the blame. Don't tell me how to live my life when you never felt the pain" Esta es la frase que abre el disco de debut de Charles Bradley, un disco grabado a la edad de 62 años, una frase que debería convertirse en santo y seña de una sociedad que vive hastiada de su clase política. Charles Bradley nace en Gainesville, Florida, aunque crece en Brooklyn, donde pasará la mayor parte de su niñez en la calle. En una infancia llena de sombras, uno de los pocos instantes luminosos para Charles tuvo lugar el día en que asistió con su hermana a un concierto de James Brown en el Apollo; corría 1962 y aquello iba a cambiar para siempre su vida. Emular a su ídolo se convertiría en casi una obsesión para el joven Charles, que vería en la música la única esperanza para abandonar la calle. Finalmente, nuestro soulman abandonaría Brooklyn integrado en un programa del gobierno que servía de ayuda a las familias más desfavorecidas y que le llevaría a Maine, donde se le asignó un trabajo. Allí formaría su primera banda y tendría su primer contacto con el escenario, lamentablemente la guerra de Vietnam cercenó las ambiciones de Charles, que se vería obligado a regresar a Nueva York. A pesar de las adversidades, nuestro testarudo amigo no renunciará a sus sueños, y tras pasar una temporada como cocinero en una institución mental decide liarse la manta a la cabeza y recorre medio país haciendo autoestop en busca de su meta. Tras recalar en Alaska, Charles Bradley acaba instalándose en California, donde pasará 20 años; a pesar de no contar con una banda regular, empieza a introducirse en la escena local, lo que mantiene vivo su sueño. En el plano laboral las cosas no le van mal, pero cuando está a punto de comprar su primera vivienda, Charles Bradley es despedido del trabajo en el que había pasado los últimos 17 años de su vida. Tras un tiempo de reflexión decide regresar a Brooklyn, a casa de su familia, pero en los momentos más duros Charles se crece y no ceja en su empeño por dedicarse a la música. Finalmente encuentra su oportunidad como imitador de James Brown en un  club neoyorquino, donde actuará bajo el seudónimo de Black Velvet; por aquel entonces cuenta con 51 años. Todo parece marchar bien, pero el destino es caprichoso e iba a poner a prueba al bueno de Charles. 

Una mañana el ruido de las sirenas le despierta en casa de su madre, es la policía que viene a comunicarles el asesinato de su hermano, aquel golpe le dejará fuera de juego durante una temporada, su hermano fue una de las personas que más le habían animado en la búsqueda de su sueño. Cuando todo había perdido su sentido, el azar le iba a brindar una nueva oportunidad a Charles. Gabriel Roth, del sello Daptone, asiste a una actuación de Black Velvet, en la que reconoce su talento y le ofrece grabar un single. Así nacerá la primera grabación oficial de Charles Bradley, el single "Take it as it Comes". Roth le pondrá en contacto con Thomas Brenneck, un guitarrista con cuya banda colaborará en la grabacion de dos singles, esta amistad será fundamental en el devenir artístico de Bradley, ya que tras conocer la azarosa vida de Charles, y en concreto el episodio del asesinato de su hermano, Brenneck decide que hay que grabar un disco que recoja la historia de este soulman de pata negra. Así es como toma forma la Menahan Street Band, que acompañará a Bradley en su disco de debut, "No Time for Dreaming". Brenneck lanza el sello Dunham Records, subsidiario de Daptone, que dará cobijo al disco, habían tenido que transcurrir casi 50 años para que Charles Bradley, conocido también con el sobrenombre de "The Screaming Eagle of Soul", viese cumplido su sueño, medio siglo que le dio la razón: aquella vida merecía ser vivida. 

En "No Time for Dreaming" os encontraréis con un artista honesto, un tipo cuya voz y cuya mirada transmiten autenticidad, un cantante de soul a la antigua, a la vieja usanza, aunque increíblemente cercano a la juventud para sus 62 años. Algunas de las formas artísticas de Charles Bradley deben mucho a su gran ídolo, James Brown, aunque también encontramos trazos de otros clásicos como Wilson Pickett, e incluso de cantantes negros más sofisticados, como es el caso de Marvin Gaye o Curtis Mayfield, a pesar de ello, Charles es un cantante con un gran carisma y con un dominio escénico apabullante. El trabajo vocal e instrumental de "No Time for Dreaming" es magistral, y gran parte de la culpa la tiene Brenneck, que ha puesto toda su alma en la grabación y producción de este disco. Resulta casi imposible no sobrecogerse al escuchar al viejo Charles interpretar temas como "Lovin' You Baby", "Why Is It So Hard?" o la impagable "Heartaches and Pain", su voz desgarrada y cruda se te mete hasta el tuétano, removiéndote las entrañas para extraerte aquellos sentimientos que tanto nos cuesta manifestar. Charles no olvida de donde viene, y hace gala de una envidiable conciencia social, incorruptible, algo poco habitual en los tiempos que corren, una conciencia crítica que le lleva a manifestar su descontento con su propio país, en el que resulta complicado salir adelante ("Why Is It So Hard?"), o a trazar una visión escéptica acerca del mundo en el que vivimos y de quienes manejan sus hilos ("The World (Is Going Up In Flames)" ). Al mismo tiempo, Charles canta al amor, dejándose la piel como uno de los mejores intérpretes románticos del género, ese amor y ese romanticismo desgarrado y un tanto teatrero que tantos buenos momentos ha deparado al soul y al R&B; buena muestra de ello son temas de este LP como "I Believe in your Love", "Lovin' You Baby", uno de los mejores momentos del disco, "How Long" o "In You (I Found a Love)" . También hay un huequecito para los instrumentales, concretamente dos, la exigua "Trouble in the Land" que nos remite al "Tighten Up" de Archie Bell and the Drells, y que nos deja suplicando más, y la excelsa "Since Our Last Goodbye", con una percusión de aires latinos y un teclado elegante y aterciopelado. Como guinda del pastel, un tema que por sí solo ya merece la compra del disco: "Heartaches and Pain", dedicado a la memoria de su hermano asesinado y en el que la interpretación de Charles Bradley raya al nivel de algunas de las luminarias del género. En resumen, una verdadera obra maestra, junto a Sharon Jones y Lee Fields (otros dos "jovencitos") de lo mejorcito del actual revival soul; un disco y un artista que han llegado para quedarse.

Ponemos el punto y final a esta entrada con unos suculentos enlaces, todos ellos muy recomendables. Junto a los indispensables links a la web oficial y al myspace del artista, encontraréis dos entrevistas, una de ellas la entenderéis sin esfuerzo, mientras que para la otra tendréis que desempolvar vuestro viejo diccionario de inglés. Además podéis disfrutar del bueno de Charles en directo, en audio, gracias al programa de RNE Hoy empieza todo, y también en imágenes, que reproducen su actuación para la emisora KEXP dentro del festival South by Southwest, en un concierto que tuvo como escenario una tienda de bicicletas de Austin. Por último, los videos, concretamente tres: los clips oficiales de "The World (Is Going Up in Flames)" y de "Heartaches and Pain", y un video grabado para Faceculture en el que nuestro soulman favorito hace una sobrecogedora interpretación del tema "Lovin' You Baby" acompañado de Thomas Brenneck a la guitarra; impagable. Espero que os guste.




           





CHARLES BRADLEY EN HOY EMPIEZA TODO

CHARLES BRADLEY EN EL FESTIVAL SOUTH BY SOUTHWEST 2011