sábado, 28 de enero de 2012

Josh T. Pearson- Last of the Country Gentlemen (2011)


Comencé el 2012 de la misma manera en que lo terminé: sin internet. Tras unas cuantas semanas, que sirvieron para poner a prueba mis nervios, conseguí que me restituyesen la conexión, para ello fueron necesarios más de quince días de mentiras y de mareantes conversaciones telefónicas que me hicieron sentir realmente desprotegido y vulnerable ante las compañías de telecomunicaciones de este país. Tras este dantesco episodio, propio de esta España de charanga y pandereta que nos ha tocado vivir, el FBI cierra Megaupload, y con él se van la práctica totalidad de los enlaces que tenía alojados en este blog. Días más tarde fallece Etta James (de lo de Fraga ni hablamos ¿no?), carismática leyenda de la música negra a quien en su día le abrimos de par en par las puertas de Rainy Day Music. ¿Y ahora también os reís de la profecía maya? Os pregunto, parafraseando a un twittero que recientemente ironizaba sobre la caída de Megaupload. Nuestros rutilantes y recién estrenados mandatarios nos auguran para este año que acaba de comenzar un panorama desolador; es curioso cómo quienes no pronosticaron la crisis en su día son capaces ahora de predecir los movimientos económicos de los próximos dos, e incluso tres, años. Y por cierto, siguen cerrando blogs amigos, el último en caer ha sido Bienvenidos a la Monga, una bitácora musical de lo más ecléctico capitaneada con todo el mimo y el cariño del mundo por unos magníficos compañeros, a los que les envío toda mi fuerza y mis mejores deseos en forma de fuerte abrazo, ánimo. Visto este panorama (y mejor no os hablo de mi mudanza ni de mis accidentes domésticos...) todo parece indicar que nos hallamos ante un año bastante antipático, pero yo no soy adivino, como nuestros queridos políticos, y desconozco las alegrías y las penas que me reserva este 2012 que aún huele a cava y mazapán.  Mi propósito, un año más, es ser feliz, lo cual os deseo de todo corazón a quienes visitáis esta humilde bitácora, una empresa complicada dados los tiempos que corren y el altísimo precio al que cotiza la felicidad; un bien escaso, cuyas mieles no son suficientes para alimentar a gran parte de la población. Nos queda por lo tanto ser felices con los pequeños detalles, con los gestos que muchas veces pasan desapercibidos: sonrisas, abrazos y besos que si bien no nos ayudan a llegar a fin de mes sí que contribuyen a hacer más placentero nuestro breve paseo por este mundo. Y nos queda, como siempre, la música, esa vieja compañera que lleva dibujándonos sonrisas desde tiempos inmemorables, un arma que potencia nuestra imaginación, nuestros sueños, que alimenta nuestra alma; un bien intangible al que jamás podrán poner nota ni Standard and Poor's ni Fitch. De eso precisamente es de lo que hablamos aquí en Rainy Day Music, de música, de sueños, de sentimientos, y lo hacemos por puro placer, por una necesidad que nos empuja a compartir con los demás aquello que nos emociona. No sé si este blog será el próximo en caer, ya os comenté en el anterior post que últimamente ando obsesionado con esa idea, pero lo que está claro es que nadie nos hará sentir como unos delincuentes por dedicar nuestro tiempo, e incluso nuestro propio dinero, a aquello que más amamos. Se avecinan tiempos difíciles, de eso no me cabe la menor duda, y lo mejor que podemos hacer es esperarlos con una sonrisa en los labios y escuchando un buen disco, reivindicando nuestro derecho a ser felices; ése que nos quieren arrebatar con sus políticas basadas en el miedo y en la coacción. Este 2012 quiero abrir fuego con un disco difícil, muy difícil, un trabajo que no deja a nadie indiferente, un ejercicio de exorcismo sentimental, uno de los discos más crudos y melancólicos de cuantos se han grabado jamás, hiel hecha poesía. Amigos "pluviófilos", dad la bienvenida a uno de los trabajos más desasosegantemente bellos de todos los tiempos, un clásico instantáneo no exento de controversia, "Last of the Country Gentlemen" del inclasificable Josh T. Pearson. Os guste o no, no olvidéis sonreir.

A Josh T. Pearson se le conocía en el circuito musical por ser componente de la banda Lift to Experience, una formación de culto, atípica, como todo lo que hace este texano, que se formó en 1996 y que sólo grabó un EP, un single y un doble LP que ha acabado convirtiéndose en objeto de culto, "The Texas-Jerusalem Crossroads". En 2001 la banda se separa y nuestro atormentado trovador comienza a girar en solitario, es el pistoletazo de salida a una carrera de fondo, una década en la que sólo verán la luz una grabación oficial en directo titulada "To Hull and Back", y un tema que figurará en una de las caras de un single compartido con la banda australiana Dirty Three, se trata de una versión del clásico de Hank Williams "I'm so Lonesome I Could Cry"; el único tema que grabaría en un estudio en 10 años. Josh se lo toma con calma a la hora de grabar, pero no para de tocar y de colaborar con otras formaciones, es el caso de Bat for Lashes, en cuyo debut figura en dos temas en el apartado vocal, o My Bloody Valentine, a quienes acompañará durante el tour de refundación de la banda en 2009. Más tarde se desplazará a París, donde tocará en un nightclub junto a otros músicos, finalmente abandonará la Ciudad de la luz para instalarse en Berlín, donde en un doloroso parto dará forma a su puesta de largo discográfica: "Last of the Country Gentlemen", editado por Mute Records en 2011. Grabado durante dos noches, el disco se compone de siete temas (ocho en la rodaja vinílica de este artefacto) , de los cuales cuatro superan los 10 minutos de duración, la estructura no puede ser más simple: voz y guitarra, sin artificios, sin trampa ni cartón.

No sé hasta qué punto se puede hablar de "Last of the Country Gentlemen" como un album conceptual, ya que todo en él gira en torno a la ruptura matrimonial de Josh T. Pearson. Un naufragio emocional que dejaría abatido a nuestro vaquero barbudo, que decidiría exorcizar todos sus demonios de la única manera en que sabe hacerlo, componiendo canciones. Pearson se decidió a grabar el disco tras un largo período de observación, durante el cual fue percatándose del efecto que estas canciones causaban en el público cada vez que las interprtetaba en sus directos, la gente se quedaba conmocionada, lo que le llevó a la conclusión de que existía una identificación por parte de la audiencia con sus historias de desamor y de dolor; quien más, quien menos, ha pasado por algo semejante, y si no es así que se considere afortunado. Si hay un adjetivo que defina a la perfección el debut en solitario de Josh T. Pearson ese es doloroso, el propio músico ha contado en más de una ocasión el penoso estado en que se encontraba tras grabar cada una de las dos sesiones en que se estructuró el album, su sufrimiento fue tal que al regresar a París estuvo seis meses sin apenas salir de la cama. A día de hoy Pearson no es capaz de escuchar su propio disco, al menos no por placer, y la carga emocional que implica interpretar sus canciones en directo le resulta prácticamente insoportable. El precio que ha pagado el cantante texano al modelar una obra como "Last of the Country Gentlemen" es altísimo, no sólo en lo personal sino también en lo comercial, casi podríamos hablar de un disco que se autocondena al ostracismo, un disco lleno de aristas e incómodo por su honestidad, un disco que difícilmente sonará en alguna emisora de radio. La búsqueda de la perfección linda con la obsesión en el caso de Pearson, ya dejó muestras de ello con Lift to Experience, cuyo LP rehizo hasta la saciedad, tomándose cinco años de tiempo hasta decidir que estaba perfectamente pulido. Esa misma obsesión le ha acompañado en su debut como solista, cuyas canciones ha madurado durante años antes de tomar la decisión de encerrarse en un estudio. Para entender la música de Josh T. Pearson es necesario conocer su relación con Dios, una relación muy pronunciada y presente en las letras de sus canciones, aunque no exenta de sus particulares crisis. El padre de Pearson era predicador, una circunstancia que marcó profundamente su infancia, una niñez estricta, alejada del mundo lúdico y relajado de otros menores. Su vida ha estado muy ligada a la fe, pero no entendida como un cristiano militante o fundamentalista sino más bien como un instrumento de salvación, una fe que le ayuda a ser mejor persona y que tira fuerte de sus brazos cuando está a punto de ahogarse en los pozos más profundos. Por ello cada uno de los cortes de "Last of the Country Gentlemen" puede interpretarse como un salmo, cánticos que cabalgan entre la amargura y el dolor pero sin cerrar la puerta a la esperanza, dejando una pequeña rendija para que entre un haz de luz capaz de mantenernos vivos.

"Don't cry for me baby, you'll learn to live without me, don't cry for me baby, i'll learn to live without you", así se abre el disco, con "Thou Art Loosed"; se puede decir más alto, pero no más claro. El nylon de la guitarra de Pearson entona su nana y respira trazando ritmos elípticos e hipnóticos, esa va a ser la tónica habitual de "Last of the Country Gentlemen", la voz desgarrada de barítono con vegetaciones del texano y la sola compañía de su guitarra, la verdad más absoluta de cuantas se pueden cantar. La técnica de Pearson se mueve entre el caos y el virtuosismo, hasta el punto de que uno no sabe si está improvisando cada nota o si por el contrario nos hallamos ante un innovador de la rítmica y de la métrica. Si no se te eriza el vello con "Sweetheart I Ain't Your Christ" es que tienes un verdadero problema, eso o te han cambiado el corazón por una piedra pómez. Droga dura, eso es el segundo corte del LP, casi 12 minutos de poesía escrita e interpretada desde las cañerías del alma, aquellas a las que no llega ningún producto de limpieza. Ver girar el disco y disfrutar de los silencios de esta cancion es un lujo, silencios plenos de contenido, segundos robados al tiempo que se integran perfectamente en la canción. La autoflagelación de Pearson es cíclica, y le lleva a volver al punto de partida, a repetir la letra como un mantra, así hasta quedar satisfecho o tal vez exhausto ante tanto dolor. La desnudez de Pearson es absoluta, tan sincera que a veces resulta intimidatoria, el artista y la persona quedan expuestos con una honestidad brutal; eso es lo que hace tan difícil para el músico interpretar sus canciones en directo, porque se siente tremendamente vulnerable. Si hay un tema que refleje esta circunstancia ese es "Woman when I've Raised Hell", una canción dura, un enfrentamiento cara a cara con las miserias que todos nos empeñamos en esconder bajo la alfombra. Un ejemplo: "Honestly, why can't you just let it be, and let me quietly drink myself to sleep. I said honestly, it's not what it appears to be but only memories that ain't got shit to do without you"; ahora desempolvad el viejo Collins e intentad digerir este puñetazo en el estómago. Un sutil acompañamiento de cuerdas pone el contrapunto delicado y exquisito a este tercer corte del disco. Las cuerdas aparecen de nuevo en el siguiente tema, "Honeymoon's Great, Wish You Were Her", 13 minutazos de épica acústica, 780 segundos de descarnada lírica, una de las canciones más conmovedoras, melancólicas y crudas de todos los tiempos, sí, habéis leído bien, de todos los tiempos. "Hell knows what any of this means, Heaven knows a man can’t control his dreams God knows I ain’t no Christ and Christ knows I’d never dream of harmin’ my wife And yeah the honeymoon’s great, but I wish that she were her"; ahí lo tenéis: el sentimiento de culpa judeocristiano. Una auténtica crisis de pareja y de identidad que perfectamente habría firmado el mismísimo Raymond Carver, pero lamentablemente para el bueno de Josh esto no es ficción, es su vida y está volando en pedazos. Sin duda, estamos ante uno de los momentos álgidos del disco, llanto contenido capeado por un magnífico acompañamiento de cuerdas y por los silencios, otra vez los silencios. "Sorry with a Song" es otro de los platos fuertes confesionales del album, un mea culpa sin adulterar, Josh se sincera sin esconderse, sin caer en tópicos ni en clichés románticos, aceptando sus errores sin autocompasión, sin escatirmar un gramo de crudeza. Guitarra y voz, nada más, y nada menos. Una voz que por momentos se apaga, un aliento que se empapa de lágrimas, una guitarra que es capaz de emocionarnos con su ritmo asincopado y su desordenado lamento. "Country Dumb" es el sexto tema del disco, es posible que a estas alturas algunos ya hayan abandonado, pero estoy seguro de que quienes no hayáis arrojado la toalla estaréis ante una de las experiencias más impactantes (musicalmente hablando, se entiende) de vuestras vidas. Podríamos decir que este sexto corte es uno de los temas más accesibles del LP, una canción que vuelve a apostar por unas cuerdas que la arropan y la miman, confiriéndole la forma de una preciosa nana, de más de 10 minutos de duración, capaz de emocionarnos. "Last of the Country Gentlemen" está incluída en la edición en vinilo del LP, que viene acompañada además de una copia en CD del album, cuenta de nuevo con las cuerdas de Warren Ellis (miembro de Dirty Three, Nick Cave and the Bad Seeds y Grinderman) y muestra a un Pearson susurrante, antesala del mántrico punto y final que supone "Drive Her Out", en la que el atormentado texano suplica una y otra vez, a algo o a alguien, que le ayude a sacarse de la mente a esa mujer que le está arrancando la vida. Es el único tema del disco en el que se pueden oír coros y un piano, el fin de fiesta perfecto a este despliegue de emociones y dolor que es "Last of the Country Gentlemen".

Supongo que habréis llegado a este parrafo final exhaustos, no es para menos, hoy os he servido una buena ración de droga dura, acompañada de un texto denso y extenso; si todavía estáis ahí sólo me queda felicitaros y daros las gracias. Como premio, si es que queréis más, os dejo una amplia selección de enlaces y unos videos. Además de las webs oficiales de Josh T. Pearson (visitad la web oficial del cantante para encontrar las letras de las canciones; indispensable para disfrutar del disco), os recomiendo la reseña y la entrevista que le hicieron en Rock de Lux, junto con el interesante artículo que le dedicó El País, y además, para los que amáis la lengua de Shakespeare, también os he dejado un link a la reseña que se hace del disco en la web de la BBC. Especialmente interesante es el post que le dedicó a este disco mi buen amigo Chals, habitual de estos pagos y bloguero de pro, que se adelantó a su tiempo ponderando las virtudes de este disco nada más salir a la calle; enhorabuena por tu entrada, compañero; y a vosotros, os recomiendo encarecidamente que visitéis la Route de Chals, un blog imprescindible. Cerramos los enlaces con la sesión que el hirsuto texano grabó para Daytrotter, muy recomendable. En cuanto a los videos, encontraréis a Josh interpretando "Woman When I've Raised Hell" en una sesíon para una radio de Dijon , acompañado del pianista Dustin O'Halloran, Pearson raya la perfección cantando "Country Dumb", y por último, un tercer video muestra la sesión que el músico grabó para la Blogothèque, una de las mejores de la serie Concerts à emporter, en la que todo parece detenerse al paso del inquietante y conmnovedor Josh T. Pearson. Espero que os guste.


JOSH T. PEARSON- LAST OF THE COUNTRY GENTLEMEN



WEB OFICIAL DE JOSH T. PEARSON


MYSPACE DE JOSH T. PEARSON

JOSH T. PEARSON EN LA WEB DE MUTE RECORDS



RESEÑA DE LAST OF THE COUNTRY GENTLEMEN EN ROCK DE LUX

RESEÑA DE LAST OF THE COUNTRY GENTLEMEN EN LA WEB DE LA BBC

ARTÍCULO SOBRE JOSH T. PEARSON EN EL PAÍS



ENTREVISTA A JOSH T. PEARSON EN ROCK DE LUX

POST DEDICADO A JOSH T. PEARSON EN ROUTE AMERICANA


JOSH T. PEARSON EN DAYTROTTER SESSIONS


martes, 3 de enero de 2012

Sin conexión


Sí amigos, creo que el título de esta entrada es bastante explícito, me he quedado sin acceso a internet. Más bien debería decir que me han dejado sin acceso a internet, pero entonces tendría que dedicar todo este post a despotricar sobre cierta operadora de telefonía, la cual ha obrado un verdadero milagro de la incompetencia, consiguiendo dejarme como a los buenos trapecistas: sin red. Podría hablar durante horas acerca de un episodio propio del tocomocho y del surrealismo tan propio de nuestro querido país de pícaros; un país que consiente que sus ciudadanos tengan la conexión a internet más precaria y cara de toda Europa. Un guión de serie Z protagonizado por vampiresas telefónicas capaces de engañar a cualquiera con sus malas artes, una película cutre con un giro inesperado en el que he acabado descubriendo que otra persona figura en una base de datos con mi DNI, como si de un agente doble se tratara. Como os decía, podría dedicar esta entrada a relatar mis desventuras, pero acabaría enfadándome, cosa que no deseo. Simplemente escribo estas líneas desde mi retiro laboral para que sepáis que estoy aquí, que no me he ido y que pienso resistir. Me hubiese encantado actualizar el blog, pero entre la inminente mudanza y la falta de conexión me ha sido imposible. Parece que los elementos se alineen en mi contra para impedirme mantener un ritmo estable de publicación. Hace un tiempo anuncié a bombo y platillo unos cambios que apenas se han dejado notar, y el ritmo de actualización de esta bitácora sigue siendo realmente bajo. Está claro que el designio de Rainy Day Music es la anarquía más absoluta, aquella que me lleva a publicar una entrada de ciento a viento y a hablar de lo que me viene en gana; en el fondo no está tan mal. Mi propósito de año nuevo es actualizar más a menudo el blog pero, como quienes prometen adelgazar, dejar de fumar o aprender inglés, no creo que tenga éxito en mi empresa y perderé mis buenas voluntades por el camino. Quiero aprovechar este extraño post para agradeceros vuestra fidelidad, es un lujo contar con visitantes como vosotros, capaces de disculpar mi pereza y mi absoluta falta de criterio, una vez más, gracias. Se avecina un mes complicado con un traslado de domicilio de por medio, supongo que más de uno habéis pasado por ese trance y sabéis lo que significa; sólo de pensar en mis discos embalados en roñosas cajas de cartón me tiemblan las canillas. Supongo que voy a estar fuera de la circulación cibernética una temporada, sobre todo tras el desagradable incidente que os contaba en las primeras líneas de este post. Haré todo lo posible por que la espera no sea muy larga

¿Os acordáis de cómo eran nuestras vidas sin internet? Yo creo que en el fondo eran más bonitas, más inocentes y más plácidas. Ahora todo va tan deprisa y es tanta la información que nos rodea que en ocasiones nos genera un tremendo desasosiego. A veces me siento como Crumb o como Monsieur Hulot, totalmente escéptico ante tanta cacharrería y tanto avance tecnológico, yo también añoro aquellos tiempos no muy lejanos en los que lo único digital eran los relojes y las calculadoras (o una estrambótica combinación de ambos). Si he de seros sincero no he echado mucho de menos a la red de redes, pensaba que mi síndrome de abstinencia iba a ser mayor; aunque tal vez tenga mucho que ver con el ajetreo y el cansancio que está causándonos la mudanza. Además últimamente ando convencido de que me van a chapar el blog, no sé por qué pero creo que voy a ser el próximo, lo cual me genera cierta ansiedad, ya que perdería el contacto con alguno de vosotros y, lo peor de todo, todos los textos de esta bitácora pasarían a mejor vida. Y es que en los últimos meses he visto caer a varios compañeros, lo que hace inevitable sentir el aliento de la (in)justicia en tu nuca. Si algún día desaparezco, me podéis localizar en la dirección de correo electrónico que aparece en la cabecera de este blog; si ésto ocurre habrá sido un placer conoceros. En cualquier caso, Rainy Day Music va a permanecer abierto un nuevo año, luchando contra viento y marea con la proverbial vagancia de su único administrador y su irrefrenable tendencia a enrollarse. Sed bienvenidos a una nueva temporada de lluvia. Mis mejores deseos para este 2012: ¡Feliz fin del mundo!