
Si hay un sabor que evoque mi infancia y dibuje una sonrisa en mi cara, ése es el de la mortadela con tomate Orlando; permitidme la publicidad, pero es que los datos han de ser exactos para conseguir el efecto deseado. Recuerdo la llegada a casa de mis abuelos, la tele encendida, los besos en la mejilla y el agujero en el estómago; si cierro los ojos puedo verlo todo, como si fuera ahora mismo, incluso puedo ver a los que ya se han ido, y todo es gracias a ese mágico bocata. Es increíble cómo funciona nuestra memoria, cómo crea esos links que te conducen velozmente a un lugar del pasado a través de un sonido, un sabor o un aroma determinado. Hablando de sonidos, hay una voz, que hace poco volví a escuchar en la tele, que me conduce a esa entrañable franja de edad que uno disfruta entre los 10 y los 14 años; probablemente el último paraíso de nuestra inocencia antes de que la adolescencia lo eche todo a perder. Me refiero a Ramón Trecet, periodista español relacionado con la prensa musical y la deportiva. Precisamente fue gracias a esta segunda faceta como yo lo conocí, a través del mítico programa de TVE Cerca de las estrellas. Trecet acercó el espectáculo de la NBA a este país, sirviéndonos en bandeja a una legión de prepúberes todo un Olimpo de dioses a los que venerar. Aquello supuso una verdadera revolución, y para mí, que formaba parte del equipo de baloncesto de mi colegio, aquel programa se convirtió en todo un catecismo. Para empezar, había que elegir un equipo y un jugador con el que identificarse, algo realmente complicado, ya que sentirse emocionalmente ligado a una ciudad que no conoces es tarea imposible, bueno, eso para quienes no saben soñar.
La mayoría de la chavalería tiraba por el camino fácil: Chicago, Los Ángeles, Boston, Detroit, clásicos de la liga que acostumbraban a jugar las finales allá por los ochenta. Pero qué interés tienen las cosas fáciles, qué placer encuentra en la victoria quien acostumbra a ganar; lo que realmente hacía emocionante aquel tinglado era hacerte de un equipo diferente, uno que en el remoto caso de ganar una liga te iba a dar la alegría de tu vida, al menos así me lo pareció a mí. De modo que analicé bien los uniformes de cada equipo, me interesé en sus escudos y distintivos y situé las ciudades en el mapa, tras analizarlo seriamente decidí hacerme seguidor de los Portland Trailblazers. Como también tenía que identificarme con un jugador, lo hice con una de las estrellas de este equipo, concretamente el número 22, Clyde Drexler, cuyo apellido me pareció fantástico. Y así pasaron nuestros días en aquel campo de cemento, soñando con emular a nuestros ídolos y conseguir un pasaporte que nos catapultase a lo más alto de la NBA, donde el gran Ramón Trecet comentaría nuestras mejores jugadas exclamando aquello de "ale hoooooooooooooooooop". Obviamente nada de aquello ocurrió y poco a poco fuimos abandonando la práctica del baloncesto, algunos antes que otros, para empeñarnos en vivir un mundo de mayores que todavía no nos pertenecía, sin ser conscientes del dolor y de la frustración que acechaban a la vuelta de la esquina. Pero a mí, que cuando empiezo un libro o una película tengo que terminarlos, por muy malos que sean o por mucho que me disgusten, no se me iba a pasar aquello así como así, yo seguí siendo incondicional de los Blazers y seguí venerando a Clyde "The Glide" Drexler. Y no sólo eso, sino que desarrollé una extraña empatía hacia la ciudad de Portland que, a día de hoy, sigo cultivando, siendo ésta una ciudad con la que me identifico y de la que, de alguna manera, me siento ciudadano. Por eso me alegra que el primer español que jugó en la NBA, Fernando Martín, lo hiciese en el equipo de Portland, por el que luego pasarían otros talentos como Sergio Rodríguez o Rudy Fernández, y por eso me encanta descubrir cosas y gentes relacionadas con aquella ciudad a la que pertenecí y que nunca visité. Y así es como he ido descubriendo, en mi militancia melomaníaca, músicos relacionados con esta bella urbe, como por ejemplo The Kingsmen, punta de lanza del sonido Northwest, Defiance, exponentes del punk de tachuelas e himnos cerveceros, The Decemberists, que ya han paseado su vodevil folk por este blog, y por supuesto la dulce dama que hoy quiero presentaros, Laura Gibson, cuya música se ha convertido en la banda sonora perfecta para cerrar los ojos y contemplar en el horizonte la silueta del monte Hood. Cómo, qué vosotros tampoco tenéis equipo en la NBA, no os preocupéis, agarrad mi mano y la de Laura Gibson y venid a Portland, seguro que repetís.
Llama la atención la escasa información que acerca de Laura Gibson se puede encontrar en la red. Esto me facilita el trabajo, ya que no tengo que bucear en un montón de páginas, desempolvar mi rudimentario inglés y hacer un corta-pega mental para hacer mínimamente atractivos todos esos datos. De hecho este post podría terminar aquí, pero me conocéis suficientemente bien y sabéis que no me voy a resistir y que os espera otro ladrillo, sí he vuelto a las andadas, aunque durante poco tiempo; se avecinan tiempos austeros en cuanto a los textos de las entradas, avisados quedáis. Como iba diciendo, me he encontrado con una sorprendente falta de información básica acerca de la formación de esta artista de Portland, así como de sus primeros pasos en la industria. Sólo puedo contaros que la primera referencia discográfica de Laura Gibson que he encontrado es el mini-LP "Amends", una grabación autoeditada que data de 2004 y que se compone de seis canciones. Dos años más tarde comienza la relación de Laura Gibson con el sello Hush Records, que ese año editará dos trabajos de la cantautora americana, "Six White Horses", es el primero de ellos. Se trata de un disco grabado en una semana en una residencia victoriana de Sellwood, Oregon, en el que Laura Gibson reinterpreta con su personal estilo seis viejos blues; un álbum encantadoramente amateur, con un sentido de la interpretación muy cercano al acervo popular y con una peculiar selección de instrumentos. El otro disco que verá la luz en 2006 será "If you Come to Greet Me", que muchos consideran el primer gran paso adelante en la carrera de Laura Gibson, su consagración como artista. "If you Come to Greet Me" nos descubre a una intérprete con un registro diferente, que bebe de las grandes damas del jazz vocal clásico, tales como Billie Holiday o Ella Fitzgerald, una autora que apuesta por el minimalismo y que utiliza en su repertorio técnicas de guitarra propias del blues y del folk. Laura Gibson no renuncia a los arreglos orquestales, introduciendo en sus canciones sutiles pinceladas de metales o de cuerdas, que dotan de mayor profundidada a sus composiciones. En este disco estaría acompañada en la parte musical por el núcleo de Norfolk & Western, que arroparían con su savoir faire las creaciones melancólicas y frágiles de la artista de Portland. En 2008, Laura Gibson se embarcaría en una gira como telonera de Colin Meloy, a quien ayudaría más tarde en la grabación de su disco "Colin Meloy sings Sam Cooke". En 2009 verá la luz su segundo trabajo para Hush Records, "Beasts of Seasons".
"Beasts of Seasons" es un disco conmovedoramente bello, triste y melancólico hasta la médula, un disco grabado en una casa con vistas a un cementerio y que la artista divide temáticamente en dos partes: 1- Communion Songs y 2- Funeral Songs. El segundo LP de Gibson para Hush se concibe como un disco compuesto por nueve meditaciones acerca del concepto de mortalidad, pero no nos hallamos ante un disco conceptual ni filosófico, sino más bien ante un conjunto de canciones que guardan cierta semejanza temática, y que funcionan como una reflexión cotidiana y sin grandes ambiciones sobre uno de los temas centrales de la existencia humana: la muerte. Laura Gibson aboga por la tecnología analógica, que dota de mayor naturalidad a sus grabaciones, y muchos de los instrumentos y de los pasajes de "Beasts of Seasons" están grabados en directo. El sonido de ambiente suele jugar un papel importante en las canciones de Gibson, contribuyendo a incrementar la autenticidad de los temas y fomentando la inmediatez de los mismos. A nuestra amiga de Portland le gusta rodearse de sus amistades, y además tiene muy buenos amigos, que colaboran en sus discos; entre los invitados de este álbum podemos encontrar a gente como Laura Veirs, Rachel Blumberg, Nate Query, Adam Selzer o Shelly Short, entre otros. Pero si hay que destacar un elemento de los discos de Laura Gibson, y "Beasts of Seasons" no es una excepción, ése es la voz, esa voz que lo llena todo con su plácida quietud, con su parsimonioso fraseo, con su bella fragilidad. La forma de cantar de Gibson tiene mucho de intuitiva, no hay en ella una técnica especial, ni ha habido un aprendizaje previo, simplemente es un proceso sensitivo, que tiene mucho de autoexploración. Ella misma confiesa que le gusta sentir el sonido en su esternón, así como la vibración de la parte posterior de su garganta cuando canta, como si se tratara de un proceso curativo, casi exorcizante. En cuanto a los arreglos, "Beasts of Seasons" se mantiene fiel a los postulados de su antecesor: sobriedad y minimalismo, sin descuidar la elegancia y la capacidad evocadora. De nuevo, metales y cuerdas pueblan las canciones de la Gibson como discretos habitantes que viven sin causar estruendo en el corazón de cada verso, de cada nota. Buen ejemplo de ello es la canción que abre el disco, "Shadows on Parade", uno de los mejores cortes del álbum, más de siete minutos trufados de sutiles pinceladas instrumentales que resultan tremendamente evocadoras. Otro gran momento del LP llega con "Come by Storm", donde la guitarra de Laura Gibson suena más folkie que nunca, y se deja guiar por un discreto banjo, violines, metales, vibráfonos, y demás instrumentos de mal vivir, de esos que te hacen descender a lo más profundo del alma. "Spirited" es quizás la canción más comercial del disco, y en la que el fraseo de la cantautora de Portland se vuelve más convencional, siendo uno de los escasos momentos del álbum en el que se introducen guitarras eléctricas. "Postures Bent" toma el relevo para brindarnos un pasaje brillante, un lentísimo vals que crece instrumentalmente conforme avanza la canción, cuerdas de nylon irresistibles en los delicados dedos de Laura Gibson. "Funeral Song" es una muestra de la querencia de la Gibson por el folk tradicional, aquellas interpretaciones del período de entreguerras a cargo de músicos aficionados, y que introducían instrumentos caseros como la tabla de lavar o la sierra, presente precisamente en este corte. "Where Have all your Good Words Gone?" no es sólo un reproche, sino también una de las cimas emocionales del disco, un tema con un fantástico e inquietante arreglo de cuerdas. "Sleeper" es el preludio de otro gran momento, una canción en la que el piano cobra gran protagonismmo. Y "Sweet Deception" es otro brillante tema, una composición agridulce, una especie de vals mántrico con exquisitas pinceladas de slide guitar. Por último, "Glory" cierra el disco de manera conmovedora, convirtiéndose en la canción más desnuda del álbum, un tema con unas voces magistrales que le otorgan un fuerte contenido espiritual.
En 2010 Laura Gibson grabó un nuevo disco, en este caso junto a su amigo Ethan Rose, un curioso LP titulado "Bridge Carols" en el que el paisaje cobra un especial protagonismo, un trabajo de experimentación en torno a material inédito de la cantante de Portland, que en ocasiones improvisa partiendo de frases descubiertas en viejos cuadernos o en hojas sueltas. Posteriormente Laura Gibson ha contribuído con su trabajo en recopilatorios benéficos y ha colaborado con compañeros y amigos en diferentes grabaciones, finalmente se ha decidido a lanzar un nuevo trabajo, que llevará por título "La Grande" y que verá la luz gracias a City Slang Records en enero de 2012.
Y de esta manera llegamos al final de esta entrada, no sin antes recomendaros un buen número de links. Por supuesto, la web oficial y el myspace de Laura Gibson, y además el espacio que la página de Hush Records dedica a la artista. También he seleccionado una reseña de "Beasts of Seasons" aparecida en Pitchfork y una entrevista en la web Muzikalia. Y por si esto fuera poco, he ido directamente al turrón y he buscado actuaciones de la Gibson, así que podréis disfrutar de sus sesiones para Playgrrround y para NPR, ambas recomendabilísimas, y no sólo eso, sino que también podéis escuchar la sesión de la cantautora de Portland para las maravillosas Daytrotter Sessions; ¿de verdad alguien os da más por menos? En cuanto al apartado de videos, he elegido dos, uno en el que Laura Gibson interpreta la canción "Funeral" en el cementerio Lone Fir Pioneer de Portland, y otro grabado para They Shoot Music en el que canta "Postures Bent" en una librería de Viena. Ahora sí, mañana a las 9:04 a.m. tendrá lugar el equinoccio de septiembre; adiós verano, deja tu sitio al maravilloso otoño. Espero que os guste.
LAURA GIBSON- BEASTS OF SEASONS
WEB OFICIAL DE LAURA GIBSON
MYSPACE DE LAURA GIBSON
LAURA GIBSON EN HUSH RECORDS
RESEÑA DE BEASTS OF SEASONS EN PITCHFORK
ENTREVISTA A LAURA GIBSON EN MUZIKALIA
LAURA GIBSON EN PLAYGRRROUND
LAURA GIBSON EN TINY DESK CONCERTS DE NPR
LAURA GIBSON EN DAYTROTTER SESSIONS