
Seguramente si un cinéfilo de los de pata negra y pedigrí me pregunta si me gusta el cine, y le contesto que sí pero que hace bastante más de un año que no veo una película en la gran pantalla, se me lanzará al cuello soltando blasfemias. Sinceramente me he vuelto un poco vago, reconozco que el "american way of life" me ha ganado en este sentido, y prefiero disfrutar de una película en buena compañía y en la intimidad del salón de mi casa, lejos de pataditas en la butaca, de toses inoportunas, risas impostadas o de una terrorífica combinación de ruidos alimenticios (¿cuándo se enterará la gente de que al cine no se va a comer?) y lúbricos. Me duele en lo más hondo de mi alma formar parte de esa legión de seres alienados que prefieren el home cinema a las dimensiones mastodónticas de una pantalla de cine, supongo que es una pequeña muestra de hacia dónde nos lleva esta maldita sociedad: a encerrarnos en nuestros hogares, a ser cada vez menos sociales y menos sociables, a no relacionarnos con nuestros semejantes, a cultivar la fobia social; lo cual degenera en el abandono progresivo de las calles, que es donde se gestan los verdaderos movimientos sociales, hecho que hace que seamos cada vez más inofensivos. Todo está al alcance de nuestra mano, no hace falta que abandonemos nuestros hogares para disfrutar de nuestros pasatiempos favoritos; es más, este demonio a través del cual me comunico con vosotros ha contribuido a ello en gran medida, apoyado en una industria cada vez más pujante, la de los videojuegos (ya factura más dinero al año que la industria musical), que ha conseguido incluso que se pueda hacer deporte sin salir de casa, o tocar rock'n'roll con tus amigos sin molestar a los vecinos ni tener que buscarte un local, ¿os acordáis de cuando teníamos que ir a los recreativos para disfrutar de los avances del ocio electrónico? Parece que lo importante hoy en día es que pasemos el mayor tiempo posible en casa, sin molestar. No quiero resultar huraño, ni enarbolar la tan manida bandera de aquellos que afirman que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí que tengo claro que el ocio, entendido como un elemento social, ha vivido un descalabro absoluto en estos últimos años, sólo tenéis que observar lo que ha ocurrido con los cines en cualquiera de nuestras ciudades.
La lista de cines que han desaparecido en cualquiera de las urbes de este país en los últimos veinticinco años es escalofriante, hablo de CINES con mayúsculas, verdaderos templos del séptimo arte que han sido condenados a la piqueta del olvido y enterrados en una escombrera que se ha pasado por el arco del triunfo la liturgia, el misterio y el encanto que suponía para alguno de nosotros ir a ver una película en una de esas monumentales telas blancas que envolvían cuidadosamente todos y cada uno de nuestros sueños. No es que el cine como industria haya desaparecido, simplemente ya no quedan grandes cines, ya que éstos se han visto sustituídos por asépticas y deprimentes salas de proyección. De un cine-teatro se han sacado siete salas equipadas con todos los adelantos de imagen y sonido, capaces de convertir un bodrio insufrible en toda una experiencia estética. Señores responsables de la política cultural de las diferentes ciudades españolas, y más concretamente de ésta en la que yo vivo, la milenaria Caesaraugusta, ¿quieren saber por qué he dejado de ir al cine? Se lo diré gustosamente, mi postura no obedece únicamente al influjo del estilo de vida americano, ni siquiera tengo consola (no la tuve de niño, tampoco durante mi adolescencia, así que de qué me sirve ahora, entrado ya como estoy en la treintena...), no voy al cine porque ustedes se han encargado de destrozar parte del paisaje de mi infancia, aquel que contenía algunos de mis más preciados recuerdos, y eso es imperdonable. Desde el coqueto y funcional cine Pax, pasando por el Mola, Aragón, Iris y Actualidades, el monumental Fleta, el maravilloso Coliseo, el confortable Quijote, el cine Goya, que fue mutilado antes de darle la fatal puntilla, modestos cines de barrio como el Madrid, que se pierde entre mis primeros recuerdos frente a la pantalla, y muchos otros que ahora no consigo recordar, todos ellos han sido arrasados con nocturnidad y alevosía, con el beneplácito de aquellos que dicen servir al ciudadano y defender los intereses culturales de nuestra ciudad. Para mí sólo queda un cine en esta ciudad, el Elíseos, que aún conserva intacto el esplendor de antaño, cuando ir al cine era algo más que ir a ver una película; el resto son multicines y salas desprovistas de cualquier atisbo de humanidad, con oscuras y mullidas paredes y pantallas mucho más pequeñas que las de nuestra infancia, cines de todo a cien. Confío en que alguien me entienda, prefiero quedarme en mi casa antes que mostrar mi consentimiento y mi aprobación a semejante atrocidad.
A todos estos prejuicios, personales e intransferibles, se úne otro, y es mi más absoluto desinterés hacia la mayor parte del cine que se factura hoy en día, lo cual no ayuda demasiado a mover mis huesos hacia la sala de proyección más cercana; esto explica que vea la mayoría de las películas con varios años de retraso, como cuando teníamos que esperar a que nuestros filmes favoritos saliesen al mercado en formato VHS. A pesar de ello, la placidez de mi hogar me brinda en ocasiones gratas sorpresas, hasta el punto de llegar a lamentarme alguna vez por no haber visto determinadas películas recientes en la gran pantalla, eso es concretamente lo que me sucedió hace escasos meses con Once, de John Carney. Puedo aseguraros que si algo se me da mal en esta vida es hacer sinopsis de películas o resúmenes de libros, puedo liaros hasta extremos insospechados, consiguiendo que vuestra confusión vaya en aumento a medida que hago un esfuerzo titánico por intentar reconstruir la trama principal del film o de la novela en cuestión. Por todo ello os ahorraré mi sinopsis personal de Once, simplemente os diré que es una película que narra el encuentro de dos personas muy perdidas, dos seres humanos enamorados de la música y con una desafortunada vida personal, qué le voy a hacer, me encantan las películas tipo "perdedor conoce perdedora". Si bien el guión de Once es sólido, aunque quizás poco sorprendente, su fuerte reside en una impagable banda sonora, perfectamente estructurada y de un calado emocional sublime. La pareja protagonista de Once es además la encargada de poner música y voz a la banda sonora de la película, se trata del irlandés Glen Hansard, integrante de la banda The Frames, y de la checa Markéta Irglová, que con sólo 19 años debutó en esta película, ambos muestran una compenetración y una frescura únicas tanto en su trabajo como actores como en sus interpretaciones musicales. Glen Hansard abandonó el colegio con tan sólo 13 años y se lanzó a la calle a buscarse la vida como músico, tal y como hace el personaje que interpreta en Once, más tarde formaría la banda The Frames con quienes ha grabado un buen número de discos entre 1991 y 2006. Una de sus primeras apariciones públicas, o al menos la primera que le supuso cierta fama, fue en la película de Alan Parker The Commitments, donde interpretaba al guitarrista Outspan Foster, para ello se formó en la New York Film Academy School of Acting, algo que más tarde lamentaría, ya que consideraba que aquel período le había restado concentración y esfuerzo a su carrera como músico. Tras su fugaz experiencia como actor, Hansard retomó su trabajo con The Frames, y visitando Praga conoció a una joven llamada Markéta Irglová, una multiinstrumentista autodidacta y con un enorme talento, así surgiría una relación muy especial entre ambos que daría sus frutos en forma de maravillosas canciones, de este modo, en 2006 vería la luz el disco "The Swell Season". Ese mismo año ambos serían reclutados por el director irlandés John Carney (quien a su vez también fue músico profesional, tocando el bajo precisamente en The Frames entre 1991 y 1993) para interpretar a los dos protagonistas de su última película, "Once", Glen y Markéta se encargarían además de la banda sonora, cuya canción principal, "Falling Slowly", obtendría el Oscar de su categoría durante la entrega de premios de 2007. Tras el éxito cosechado, la pareja intervendría también en otra banda sonora, concretamente en el film de Todd Haynes I'm Not There, inspirada en la vida de Bob Dylan, y lo harían interpretando una de las canciones del gran Dylan, "You Ain't Goin' Nowhere", el mítico cantautor se declaró admirador del trabajo del dúo, al cual reclutaría como telonero para su gira mundial. Actualmente la pareja ha reconocido haber puesto punto y final a su relación sentimental, aunque se espera que en octubre vea la luz un nuevo disco fruto del trabajo de ambos titulado "Strict Joy", esperemos que la separación sentimental no signifique el fin de su inspirada carrera conjunta. Como curiosidad hay que citar que Glen Hansard ha tenido el honor de figurar dentro del elenco de celebridades que han aparecido en un episodio de los Simpsons, y lo ha hecho, como no podría ser de otra manera, como músico callejero en Irlanda.
Desde que comenzamos a escuchar la banda sonora de Once nos sentimos irremediablemente atrapados, sobre todo si antes hemos visto la película, ya que resulta muy complicado no dejarse arrastrar por dos personajes tan auténticos como los interpretados por Glen Hansard y Markéta Irglová, tan naturales, sin aditivos, colorantes ni conservantes. Es difícil distinguir entre los actores, los músicos y los personajes reales, hasta el punto de acabar creyendo que todos forman un único ser indisoluble, un ente que pone toda la carne en el asador cada vez que se enfrenta a una canción, que interpreta cada tema desde lo más profundo de su alma, que es capaz de cantar con el corazón, algo que muchos cantantes no conseguirán en toda su vida; no hay más que escuchar a Glen Hansard interpretando "Say It To Me Now" para comprobarlo, al mismo tiempo que el vello de todo nuestro cuerpo se eriza sin que podamos remediarlo. Hansard y su joven partenaire empastan sus voces con una precisión propia de cirujanos, es algo que nos queda claro desde que se abre el disco con la oscarizada "Falling Slowly", donde además el irlandés muestra un amplio registro vocal con unos falsetes muy efectivos y muy bien medidos. Aunque quien lleva la batuta es Glen Hansard, Markéta Irglová tiene sus instantes de lucimiento como sucede con "If You Want Me", una solvente canción de pop donde la checa demuestra poseer una deliciosa voz. La banda sonora de Once hace gala de un elegante eclecticismo que le acerca en ocasiones al pop comercial sin resultar por ello vulgar ni frívola, más bien al contrario, el cuerpo de la banda sonora se muestra realmente compacto, sin fisuras y con grandes momentos interpretativos a cargo de los dos músicos, tal es el caso de "The Hill" o "Leave", donde Markéta y Glen, respectivamente, se confirman como dos magníficos cantantes. También hay hueco para pasajes más relajados como la simpática "Fallen From The Sky", una pegadiza canción de ritmo repetitivo, o "Trying To Put Myself Away", un medio tiempo con un magnífico arreglo de cuerda. Todo ello hace que los trece temas que componen este disco sean de cómoda digestión, algo poco común en las bandas sonoras, perdidas generalmente en pasajes sinfónicos que pierden efectividad fuera del contexto de la gran pantalla, Once nos gana por su sencillez, por su humildad, por su falta de pretensiones, y lo mismo que sucede con la película ocurre con su banda sonora, que se convierte en una deliciosa sorpresa que uno no se cansa de disfrutar.
Llegados a este extremo, sólo me queda felicitar a los valientes que sigan manteniendo los ojos pegados a la pantalla para descifrar y asimilar todo este rollo, y por supuesto ir terminando antes de que me convierta en el primer usuario al que le cierran el blog por plasta. De modo que si tenéis ganas de completar esta entrada con más información, os dejo con un puñado de enlaces: muchos de ellos os conducirán a páginas donde se habla de la película, que por supuesto os recomiendo encarecidamente, es el caso de la página web oficial de Once, o del apartado que la película tiene en wikipedia (completísimo por cierto), o en Internet Movie Data Base, también conocido como IMDB, para aquellos que no sintonizáis con el idioma de la Pérfida Albión, podréis disfrutar de la magnífica reseña que en la página web de filmaffinity aparece en lengua culta. Por otro lado he querido recoger los enlaces al myspace y a la página web oficial de The Swell Season, el proyecto musical de Glen Hansard y Markéya Irglová, así como una videoentrevista hecha a la pareja con motivo del lanzamiento de la película Once. Y de premio dos vídeos, uno de ellos muestra una escena de la película, en la que se interpreta el tema "Lies", y el otro recoge a los dos músicos en el festival de Sundance 2007, interpretando el tema principal de Once, "Falling Slowly", en plena promoción de la película. Espero que os guste.
PÁGINA WEB OFICIAL DE ONCE
ONCE EN WIKIPEDIA
ONCE EN IMDB
ONCE EN FILMAFFINITY
THE SWELL SEASON. MYSPACE DE GLEN HANSARD Y MARKÉTA IRGLOVÁ
THE SWELL SEASON. PÁGINA WEB OFICIAL DE GLEN HANSARD Y MARKÉTA IRGLOVÁ
VIDEOENTREVISTA A GLEN HANSARD Y MARKÉTA IRGLOVÁ
ONCE- MUSIC FROM THE MOTION PICTURE